En el Perú, la figura del inventor independiente es símbolo de creatividad, ingenio y resiliencia. A menudo, estos inventores nacen del esfuerzo personal, la observación de problemas cotidianos y el deseo de aportar soluciones innovadoras al país. Sin embargo, su camino está marcado por múltiples desafíos estructurales que dificultan que sus ideas se conviertan en productos o tecnologías con impacto real en la sociedad y la economía.
Uno de los principales obstáculos es el limitado acceso a recursos para el desarrollo técnico de sus inventos. La falta de laboratorios, herramientas de prototipado, asesoramiento especializado y financiamiento temprano obliga a muchos inventores a trabajar en condiciones precarias, ralentizando su progreso o, en muchos casos, abandonando sus proyectos. A esto se suma una escasa articulación entre el inventor y el sistema de innovación nacional, donde universidades, centros de investigación y empresas aún funcionan como islas desconectadas.
Otro gran reto es la protección de la propiedad intelectual. Aunque el Perú cuenta con un marco normativo adecuado y una oficina competente como INDECOPI, muchos inventores desconocen los procedimientos o no pueden costearlos. Esto los expone a la copia o apropiación de sus ideas sin contar con las herramientas legales para defenderlas. Además, la brecha digital y la centralización de los servicios en Lima dejan a los inventores de regiones alejadas en una situación de mayor vulnerabilidad.
A pesar de este panorama, el inventor peruano continúa creando, adaptando y soñando. Por ello, resulta fundamental fortalecer redes de apoyo como ASONIP, promover políticas públicas inclusivas y descentralizadas, y crear mecanismos de financiamiento específicos para inventores independientes. Solo así podremos convertir ese talento disperso en un verdadero motor de innovación que beneficie a todo el país.